jueves, 3 de enero de 2013

Falta, falta... ¡Qué más!

Un, dos, tres. Una palabra o puede que un par de frases. Darle la vuelta. Lo del estilo es una forma fina de llamar al molde de nuestros límites. Cuando leo esos párrafos es como si me apretasen con una camisa de fuerza...

Dumba-dumba-dim. Es una condena a repetirse, aunque no queramos, aunque nos esforcemos en hacer algo distinto. Resulta que las armas, el instrumental, nos remite a los parámetros establecidos, nos controla y nos sirve los platos del menú... ¿Menú? ¿Lo pedí yo, acaso?
¿Quién fue el traidor?

Ratarrata-pum. Atrapados como ratas, sin saberlo; entrampados en cajones, sin solución; maniatados a nuestra anatomía, prescritos por nuestro antropomorfismo y castigados por nuestro genoma... ¿Dame más?
¿Dónde pusieron las hojas de reclamación?

Falta algo... Mi instinto, que es el único héroe sin cara que conozco, me lo susurra cada día.
Falta algo... Maldita sea.
Y me tiro contra la primera pared que encuentro, a ver si saco algo más que un dolor de cabeza, con la música a todo volumen.



2 comentarios: