lunes, 23 de agosto de 2010

Vibración

La caída de los dioses y nos quedamos mirando, como si nada, como si fuese un acto involuntario, como si fuésemos otros o esperásemos bajo la coraza, como si las balas fuesen de fogueo, como si tocase nuestro turno, como si no hubiese más remedio, como si la conjunción planetaria lo hubiese planeado, como si compenetrásemos hasta los estallidos, como si no nos conociésemos de nada, como si nos conociésemos demasiado...

El dragón latente asoma, escupe fuego, vuela a escondidas, se quema las entrañas, se pregunta porqué cuando nadie puede responder a nada, se lamenta, se queja, se espanta, se despeña por los riscos y levanta el vuelo al comprender que todo es en vano... Que el dragón es él.

Propagación de una perturbación de alguna propiedad de un medio, tus medios y los míos, ondas desincronizadas, tal vez, seguramente.

Pero el mar no deja de acariciar la arena.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Chevy 3

Lo hace todo más serio

Pero también mucho más leve, dejamos de importar

La luz al fondo del pasillo

Se ha clavado a perpetuidad en mi corazón, ahora lo sé

Y eso que no sé cómo llamar

Puede que sea lo único que tenga de verdad significado...

La música lo sabe

Los números lo saben

Los espacios entre nosotros lo saben

Lo que tenemos prohibido lo sabe

Es una conspiración, una hazaña, una calumnia infantil

Polvo de estrellas en el barro de la calle

Y aunque lo hace todo más serio

No puedo evitar reir, dejamos de importar

Esa luz al fondo del pasillo

Abre la puerta de mi alma, ahora lo sé

Y eso que no sé cómo llamar

Puede que sea lo único que me mantiene de pie...

domingo, 15 de agosto de 2010

Presente Imperfecto

Había una mujer hermosa que estaba completamente enamorada de un hombre perfecto. Había colocado su retrato al lado del cabecero de su cama para poder verlo cada mañana al despertary así luego maquillarse pensando en Él, con trazos precisos y labios brillantes, hasta conseguir una apariencia espectacular antes de cruzar el umbral de la puerta de la calle donde Él siempre la esperaba. Pensaban el uno en el otro con pasión, anhelando esos momentos en los que estaban juntos, deseando que sus vidas cambiasen para poder disfrutar aún más de aquel amor maravilloso.
Pero algo cambió. Él tuvo que marcharse y Ella empezó a sufrir a causa de la distancia. Las cartas, el teléfono no era suficiente. A menudo Ella caminaba sola por la calle, triste, recordando otros tiempos. Un día, sentada en un banco del parque, una mano le ofreció un pañuelo para que pudiese secar sus lágrimas. Era un hombre joven de baja estatura, cintura gruesa, nariz grande y profundos ojos marrones. Ella le observó con recelo. Al instante se puso en pie y salió huyendo.
La semana siguiente regresó al mismo banco del parque. Le gustaba aquel sitio porque le recordaba a Él. Cerró los ojos para poder concentrarse en sus pensamientos. Llevaba un buen rato ensimismada cuando sintió como alguien caminaba a su lado. Al abrir de nuevo los ojos no encontró a nadie, excepto un pañuelo blanco cuidadosamente doblado sobre el asiento.
Durante algunos días no quiso volver a aquel lugar. Le asustaba lo que había sucedido. Pero Ella era una mujer tenaz a la que nadie nunca impedía hacer lo que deseaba, así que nuevamente se encontró sentada en el banco. Al poco rato, aquel Otro, el hombre del pañuelo, apareció de repente. Ella quiso marcharse pero él se apresuró a disculparse. Le confesó que no había pretendido molestarla y que sólo había querido evitar su llanto porque no lo soportaba. Eso fue lo que le dijo. Luego se marchó rápidamente, ofreciéndole otra vez su pañuelo. Ella entonces suspiró tranquila.
Empezó a acudir más a menudo al parque. El Otro solía pasar frente a Ella pero apenas se detenía a saludar con un ligero ademán de cabeza, siempre sonriente. Un día, inesperadamente, se aproximó y se sentó a su lado. Le habló de lo feliz que se sentía. Era espontáneo y locuaz. Contaba cosas interesantes, ocurrentes, hasta geniales; pero Ella se limitaba a observarle con tristeza. No entendía.
- Quiero regalarte mi felicidad - Dijo el hombre del pañuelo.
Y ocurrió. Ella empezó a sentirse plena, inmensamente tranquila y radiante. Apenas pudo agradecérselo porque el Otro se marchó muy deprisa.
Al día siguiente, Ella esperaba impaciente sentada en el banco. Quería hablar con aquel hombre. Necesitaba saber cómo había logrado cambiar su vida de golpe, necesitaba respuestas. Aguardó durante varias horas hasta que apareció. Cuando lo miró frente a frente se dio cuenta que él también estaba contento.
- ¿No me regalaste tu felicidad? - Preguntó Ella, asombrada.
- Sí - Asintió él - Y al hacerlo he conseguido la mía.
Volvieron a verse cada mañana para confirmar que realmente había sucedido. Ella no precisaba que el hombre del pañuelo fuese perfecto para sentirse feliz a su lado. No precisaba sentir que estaba enamorada, no precisaba sentir que había encontrado el amor. Un día, al mirar sus ojos profundos a ambos lados de su enorme nariz, el Otro se convirtió en Él, y ya nunca necesitó que nadie la hiciese feliz porque lo era, de cualquier forma y manera, en cualquier lugar, fuese como fuese.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Nada

Una fuente. El sol. Un niño corre a mi alrededor. El mar sopla frío. La tierra siempre parece húmeda. Ahora llora. Creo que quiero un chupete de esos. Me gustaría aburrirme hasta el dolor. Cada día presto menos atención a lo que me pasa. Sospecho que algo dentro de mí se está desconectando. Puede que sea la pila. O el generador. Se agota por momentos y me deja paralizada. Es peligroso. A veces siento que podría morirme de golpe. Es una intimidad macabra. Una especie de acrobacia sensitiva. La conciencia me abofetea y enseguida regreso. Sólo durante un segundo mi vida pende de un hilo. O de una pila. De esa fuente de energía, sea la que sea... La fuente. Se están mojando. Llora. Es un poco más tarde que hace un segundo. Llora. Un poco más tarde. Un poco más. La fuente ha dejado de manar. Es extraño. Es como si nada, como si nada hubiese sucedido.